Superada la sorpresa inicial,
millones de personas que siguieron en directo este lunes por televisión e
Internet la preparación y el consumo de la primera hamburguesa in vitro del mundo, en Londres (Inglaterra),
empezaron a preguntarse si estarían dispuestas a cambiar el filete tradicional
por uno cultivado en laboratorio. (Vea galería de fotos de la
presentación de la hamburguesa).
Habrá tiempo para pensarlo, a
juzgar por el plazo fijado por los
investigadores para que este producto pueda encontrarse en un supermercado:
“Entre 10 y 15 años”, calculó Mark Post, el biólogo vascular
que encabezó el equipo de investigadores de la Universidad de Maastricht
(Holanda), que cultivó la carne.
El proyecto, que duró tres
años, costó 250.000 euros (unos 623
millones de pesos) y
fue financiado por Sergey Brin, cofundador de Google, se presentó en rueda de
prensa por los investigadores holandeses, ante cerca de 200 periodistas.
Los científicos recurrieron a
técnicas con las que centros de investigación del mundo intentan crear tejidos
humanos para remplazar otros dañados, como cartílagos, músculos y piel.
En pocas palabras, el trabajo consistió en la
extracción de células madre de tejido muscular vacuno, que fueron alimentadas
con nutrientes y sustancias químicas para estimular su crecimiento. Tres semanas después de iniciado el
proceso, obtuvieron más de un millón de células madre que fueron apartadas en
recipientes donde se fusionaron hasta formar pequeñísimas tiras de músculo, de
aproximadamente un centímetro de largo y varios milímetros de ancho.
Una vez consiguieron 20.000 de estas tiras, las congelaron. Luego las
pasaron a temperatura ambiente y las convirtieron en la masa compacta de
hamburguesa de 147 gramos, coloreada
con jugo de remolacha, a la que agregaron pan rallado, azúcar caramelizada y
azafrán. Tras ser preparada por el chef británico Richard McGowan,
fue degustada por críticos gastronómicos.
Más allá del evento, acogido
con curiosidad hasta en las redes sociales, empezaron a surgir voces en torno a
las repercusiones que este avance podría tener en el mediano futuro en materia
alimentaria, ética y medioambiental.
A la ‘Frankenburger’,
una composición hecha a partir de las palabras inglesas ‘Frankenstein’ y ‘hamburguer’, ya le salieron partidarios. Para empezar, Post
defendió su creación asegurando que “la producción de ganado no es buena para
el medioambiente (la industria del ganado genera un 20 por ciento de las
emisiones de gases de efecto invernadero), no alcanza para saciar la demanda
mundial y no es buena para los animales”.
Precisamente, según la ONU,
para el 2050 el consumo de carne se duplicará. También la Organización Mundial
de la Salud proyecta que la producción de carne subirá de 218 millones de
toneladas anuales en 1999 a 376 millones en el 2030.
Expertos ya apuntan a que desarrollos como el presentado
podrían convertirse en una alternativa para suplir la escasez de carne en el
futuro y, de paso, se disminuye el sufrimiento de los animales.
Ricardo Mora, gerente de
programas de la Sociedad Mundial para la Protección Animal (WSPA, por sus
siglas en inglés) de Suramérica, ve interesante “que la ciencia esté hablando
de otras fuentes de alimentos, que no necesariamente sean los animales. El
debate es bueno porque pone sobre la mesa un tema por el que muchas veces no se
preguntan los consumidores, como ¿de dónde vienen los alimentos que
consumimos?, ¿cómo se producen?, ¿sufren o no los animales?”.
Para los nutricionistas, lo que al final contará es el valor
alimenticio de este producto artificial. “En teoría –señala la nutricionista Nohora Bayona– al tener un origen
animal contaría con un valor nutricional similar al de la carne convencional,
si se tiene en cuenta que lo que produjeron los holandeses en el laboratorio
son fibras musculares”.
Claudia Angarita,
nutricionista clínica, dice que aunque lo ideal siempre ha sido promover una
alimentación lo más natural posible, pues se ha demostrado que los procesos de
industrialización les hace perder valor nutricional. "Si en este caso
logran involucrar todos los micronutrientes que tienen los productos naturales,
sería una buena alternativa. Mientras tanto, hay que tomarlo como un
experimento que es necesario observar con cuidado", dice.
Para otros, sin embargo,
sería mejor agotar otras posibilidades distintas a la fabricación de carne en
laboratorio. Citada por BBC Mundo, Tara Garnett, de
la Universidad de Oxford (Reino Unido), opinó que “la solución no está solo en
producir más comida, sino en cambiar los sistemas de abastecimiento, acceso y
precio, de forma que más y mejor alimento llegue a la gente que lo necesita”.
Un informe presentado por
Naciones Unidas a comienzos de junio alertó, de hecho, que un tercio de la
producción global de alimentos (incluidos lácteos y cárnicos) se va cada año a
la basura.
Es un avance contra las hambrunas: genetistas
La posibilidad de fabricar
‘in vitro’ carne para el consumo es, de acuerdo con
expertos como Elkin Lucena, uno de los investigadores más reconocidos de
América Latina en procesos de reproducción asistida, “un paso decisivo para el
alivio de la hambruna y la desnutrición en el mundo”.
En eso coincide Emilio Yunis Turbay, uno de los
principales genetistas de América, quien sostiene que este avance “va más allá
de la charlatanería con la que algunos pretenden hacer creer que fabrican
tejidos biológicos para solucionar problemas; si pueden controlarse los
factores relacionados con la producción de este tipo de tejidos de manera
técnica, no solo puede calificarse como un aporte para la ciencia, sino como la
solución del problema real que es la falta de nutrientes en el mundo”, afirmó Yunis.
Carolina Lucena, reconocida
investigadora colombiana en el campo del cultivo de líneas celulares en la
región, sostiene que aunque no se han conocido más detalles del trabajo de los
científicos escoceses, “es un logro valioso, por varios motivos, en particular
por el hecho de que podría contribuir a paliar las crecientes necesidades
alimentarias de la humanidad. Además disminuiría la necesidad de matar reses,
de usar extensos terrenos en su crianza y contribuiría a reducir el
calentamiento global”.
Pese a que los investigadores
no ven, en principio, reparos éticos en el trabajo de los escoceses, persisten
dudas sobre la calidad nutricional de esta carne in vitro,
“puntualmente –dice Carolina Lucena- sobre si la composición proteica es la
adecuada, si las dos vitaminas fundamentales de la carne, que son la B6 y la
B12, al igual que minerales como el zinc y el fósforo, están presentes en este
producto de laboratorio”.
Finalmente, los
investigadores señalan este adelanto como complemento de los avances alcanzados
en materia de clonación y cultivos de células, que no recurren al uso de
embriones humanos y además hacen un aporte práctico.
‘Tiene la consistencia, pero no es tan jugosa’
Las personas seleccionadas
para probar en Londres la que empieza a conocerse como la ‘frankenburger’
fueron los críticos gastronómicos Hanni Ruetzler y Josh Schonwald.
Los dos, que solo se comieron
un tercio de la porción que les sirvieron, coincidieron en que la consistencia
es muy similar a la de la carne, sin lanzarse a valorar abiertamente su sabor.
“Esperaba una textura más suave, tiene un gusto intenso, cercano al de
la carne, pero no es tan jugoso. La consistencia es perfecta, aunque eché en
falta la sal y la pimienta. Para mí es carne. No se desarma”, concluyó Ruetzler tras su
histórico primer bocado.
Schonwald, quien dijo echar de menos la grasa, agregó no
obstante que “la textura en la boca es como la de la carne. A mí me falta la
grasa, es algo magra, pero el bocado en general se siente como el de una
hamburguesa (…). Lo que es ligeramente diferente es el sabor”.
Mark Post, quien lideró el
equipo de la Universidad de Maastricht encargado de crear la hamburguesa,
señaló que el objetivo de esta presentación era “mostrar que podíamos hacerlo,
que la tecnología existe”, pero aclaró que para mejorar el producto y llevarlo
al supermercado se necesitarán de unos 10 a 20 años.
Desperdicio de alimentos, otra cara del tema
En un informe divulgado a
comienzos de junio a propósito del Día Mundial del Medio Ambiente, el Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma)
advirtió que mientras en el mundo hay cerca de 900 millones de personas
desnutridas y hambrientas, en el planeta se desechan 1.300 millones de
toneladas de alimentos cada año, es decir un tercio de la producción global de
comida.
De acuerdo con el análisis,
cuyos resultados concuerdan con informes similares elaborados por la
Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO),
más de la mitad de la comida desperdiciada en Europa, Estados Unidos, Canadá y
Australia se desecha en la etapa de consumo, mientras que en los países en
desarrollo, dos tercios de las pérdidas se producen durante el almacenaje.
El problema es que si se
mantiene la tendencia anual de demanda de alimentos, será necesario incrementar
la producción en un 60 por ciento de aquí al 2050, lo que supondrá un mayor
gasto de agua y explotación de las tierras y los océanos.
El estudio Perfil Nacional de
Consumo de Frutas y Verduras, realizado por el Convenio Ministerio de Salud -
FAO 2012, calculó una pérdida poscosecha en Colombia para frutas del 22,9 por
ciento y para verduras del 16 por ciento, de acuerdo con datos del Plan
Hortícola Nacional, que informa que los comerciantes tienen una pérdida entre
el 2,6 por ciento y el 30,1 por ciento de verduras durante su manipulación.
Al desperdicio de frutas y
verduras le siguen el de pescados y cereales, con un 30 por ciento de pérdidas,
y luego los productos lácteos, las legumbres y las carnes vacunas, con un 20
por ciento.
Defensores de animales y del ambiente le dan
bienvenida
Seguidores de El Tiempo opinaron
Christian Parada: “Es la
mejor forma de comer carne sin matar ningún animal”.
Luis Felipe Jordán: “Si no
contiene químicos sino células cárnicas...,¡claro que
me la comería! Dejar de asesinar tan brutalmente animales sería algo ético y
bueno para la dignidad y salud humanas”.
Andrés González: “Se acabaría
la contaminación por gas metano, producido por la descomposición del estiércol
de las vacas. Sería una carne más segura para los humanos, libre de bacterias
propias de la carne real. Además, el animal no sufre. Sería genial probarla”.
Con información de Efe, AFP,
Reuters, El Mundo de España y BBC Mundo