Cáncer de seno: más vale
prevenir...
María
Claudia Gaitán y su hija Ana Gabriela Rodelo, con Margarita Gaitán, prima de la
primera.
La
probabilidad de sufrir cáncer de seno llevó a una mujer a hacerse la mastectomía. Cinco mujeres de su familia pueden
desarrollarlo.
A
Margarita Gaitán nunca le diagnosticaron cáncer de
seno, pero en enero se sometió a una cirugía en la que le extirparon sus pechos.
Tiene 33 años, 11 de casada y dos hijos de 10 y 8 años. Antes y después de la
operación ha sido una mujer sana; sin embargo, una prueba de diagnóstico
determinó que es portadora de una malformación genética, asociada con el cáncer
de seno, que le da entre el 50 y el 85 por ciento de posibilidades de sufrirlo
a futuro.
Como
en una ecuación, sin senos, no hay cáncer. Pero como no se trata de una fórmula
matemática, esta ecuación no es exacta. Dicen los expertos que aún existe un 10
por ciento de posibilidades de que se desarrolle la enfermedad, pues es muy
complicado retirar las células mamarias en su totalidad. Además, en medicina,
los resultados absolutos no están escritos.
En
el caso de Margarita, la curva de posibilidades era elevada. Su padre y sus dos
hermanas también resultaron positivos en el examen de diagnóstico genético; una
tía y su prima María Claudia Gaitán, también de 33
años, fueron diagnosticadas con la enfermedad. A través de su tía, la mayoría
de miembros de la familia fueron contactados por el Instituto de Genética de la
Universidad Javeriana, en Bogotá, para hacer parte de una investigación que
realizan desde el 2004. Los expertos toman la prueba de manera exclusiva en el
país, apoyados por la Universidad de Heidelberg, en
Alemania, adonde han acudido algunos de los expertos colombianos para
capacitarse, entre ellos Diana Torres, doctora en genética.
La
biología molecular ha permitido que la ciencia encuentre una asociación directa
entre una malformación en los genes BRCA1 y BRCA2 (Breast
Cancer), con la aparición de cáncer de seno y de
ovario. En el mundo se han identificado más de 600 mutaciones de estos genes.
De acuerdo con la doctora Torres, el estudio en el país ha permitido establecer
las más comunes entre las colombianas.
Por
esa razón, la investigación se realiza con pacientes ya diagnosticados, como el
caso de María Claudia, la prima de Margarita, quien también se sometió a una mastectomía para extirpar sus dos senos. Hoy asiste a
estrictos controles médicos y cada 21 días le aplican un medicamento a manera
de prevención, pues es posible que reaparezca el cáncer en cualquier parte del
cuerpo.
Además
de ellas, en la familia Gaitán hay 15 mujeres entre
los 20 y 35 años. Seis se han realizado la prueba y cinco han salido positivas.
En esos casos, dice Alejandro Orozco, cirujano oncólogo mastólogo de la Clínica
del Seno, de la Clínica del Country de Bogotá, existen tres posibilidades, de
las que se elige la que el cuerpo médico considere más conveniente, de acuerdo
con la situación de cada paciente. El primero es un estricto seguimiento
médico, como en el caso del papá de Margarita. El segundo incluye la
administración de medicamentos durante cinco años (tiempo establecido por
diversas observaciones médicas), que actúan en contra del desarrollo de las
células cancerígenas, como una especie de quimioterapia. Y el tercero es la mastectomía profiláctica; es decir, retirar los senos de
manera preventiva.
"Hace
un tiempo podría pensarse que era una locura quitar el tejido mamario a una mujer
completamente sana. Hoy, las pacientes en riesgo acuden a los consultorios para
solicitar una mastectomía", dice el médico
Alejandro Orozco. Recuerda el caso de una mujer cuya madre murió con poco más
de 30 años, como consecuencia de un cáncer de seno que hizo metástasis hasta en
sus ojos. A pesar de que su prueba de diagnóstico genético resultó negativa, la
paciente pidió que sus senos fueran extirpados.
Pero
no a todas las mujeres se les practica la prueba, que se toma con una muestra
de sangre. Una de las principales razones es su elevado costo, debido a la
tecnología que se emplea. Además, porque deben analizarse factores de riesgo
como el entorno familiar, la historia clínica e, incluso, el estilo de vida.
La
decisión correcta
Margarita
siente hoy, 10 meses después de la cirugía y con sus senos completamente
reconstruidos, que tomó la decisión acertada. Los médicos le aseguraron que su
contexto familiar no era favorable y, además, el riesgo empezaba a hacerse
latente entre los 33 y 34 años, su edad.
"La
decisión estaba muy clara", dice. "La idea era hacer hasta lo
imposible para no someterme ni someter a mi familia a un tratamiento contra el
cáncer de seno". Su esposo apoyó la determinación sin condiciones y ha
estado a su lado en los controles médicos, la cirugía y el postoperatorio. Los
dos sabían que la elección no podía ser diferente, pues solo tenían dos
opciones y la otra no era compatible con sus deseos de vivir, así que optaron
por la cirugía que implicaba verse al espejo con señales que evidencian unos
senos 'adoptivos', pero sanos.
Pero
a sus hermanas les ha costado más trabajo. La mayor apenas está en los trámites
para hacerse la mastectomía profiláctica y la menor
asegura que aún no está preparada para someterse a todo el proceso. Los médicos
le han recomendado a Margarita que sus hijos se tomen la prueba cuando sean
mayores de edad, al igual que a la hija de María Claudia, que hoy tiene 6 años.
La
conciencia frente a la enfermedad es ahora tan profunda en la familia Gaitán que María Claudia estableció una oficina de
abogados, junto a otra de sus primas, para asesorar legalmente a los pacientes
que no son atendidos oportunamente. Pero, además, ella les da su número de
teléfono para ofrecerles también su apoyo emocional. Sabe que es recibir más
carga emocional que la que tiene, pero es el pacto que hizo con Dios, asegura,
"porque de algo tiene que servir todo lo que he vivido". El esposo de
la prima con quien atiende la oficina es médico radiólogo y dirige un centro de
diagnóstico; así que, influidos por la situación familiar, decidieron reducir
los costos de los exámenes para garantizar mayor acceso.
Estas
jóvenes mujeres que apenas entran a los 30 años, y con la muerte cortándoles el
paso, tienen hoy en sus pechos marcas de guerra, como arengas de batalla. Dicen
que solo por sus constantes visitas al médico, sus vidas se sienten diferentes
y también porque ahora saben que pueden hacer hasta lo impensable por seguir
viviendo.
JULIANA
ROJAS HERNÁNDEZ
Redactora de EL TIEMPO