La
sobrevida para los pacientes está entre el 70 y 80 % a 5 años, pero la larga
tramitología no permite que estas expectativas se cumplan
Así como cualquier niña
de 10 años, en un parque del barrio Villa del Prado de la ciudad de Cali,
Natalia Serna jugaba con una amiga. Mientras corría tuvo un pequeño accidente
que le causó un dolor en la rodilla. Cursaba primero de bachillerato cuando le
sacaron su primera radiografía. El médico que la atendió ese día, se dio cuenta
de que había algo raro en la imagen y recomendó a sus padres que la hicieran
ver de un especialista. Esa mancha casi difusa que se veía en la tibia, a solo
unos centímetros de la rodilla, podía ser cáncer.
Después de varias pruebas médicas a Natalia le
detectaron osteosarcoma, un tipo de cáncer óseo que
afecta principalmente a los niños. La cirugía, el eje principal del tratamiento
contra esta enfermedad, era muy costosa para ser pagada por sus padres. Por eso,
tuvieron que acudir a su EPS del Régimen Subsidiado.
Pasaron cinco meses en medio
de quimioterapias demoradas, exámenes y extensos papeleos. Las pruebas de
imagen, realizadas al final de cada una de las cuatro quimioterapias que se
realizaron, mostraban que la paciente empeoraba. En enero de este año, los
resultados de las pruebas no fueron alentadores: la metástasis en los pulmones
que se había detectado dos meses antes se había multiplicado. Las tasas de
sobrevida bajaron: en estas condiciones solo alcanzaban un 40 %. Bajo mejores
perspectivas alcanzan entre un 70 y 80 %.
Según el jefe de la Unidad
Oncológica y de Reconstrucción Ortopédica de la Clínica Imbanaco,
Jorge Navia Giraldo, la niña en ese momento aún se
podía tratar y operarle el tumor inicial, y con una cirugía en los pulmones más
quimioterapias era posible que se recuperara.
Transcurrieron dos meses más y la cirugía parecía que
nunca iba a ser aprobada por la junta médica de la EPS encargada de tomar la
decisión.
Mientras, guiados por esa misma entidad los padres de la niña escuchaban
distintas recomendaciones médicas. Uno de los doctores decía que era mejor
esperar los resultados de nuevos medicamentos, otro opinaba que tocaba amputar
y hasta escucharon que no era necesaria la operación, que igual no se iba a
salvar. Los padres de Natalia tuvieron que acudir a la tutela para presionar y
acelerar el proceso. El fallo que se dictó a favor de la paciente obligaba a la
EPS a realizar el tratamiento, sin embargo, los nuevos exámenes mostraron que la
metástasis en los pulmones estaba muy avanzada. Igual, la cirugía se hizo.
A Natalia se le removió por
completo el tumor y se le implantó una prótesis de crecimiento que reemplazó
parte del fémur, la articulación de la rodilla y parte de la tibia. Según Jhon Serna, papá de Natalia, y el doctor Navia, la intervención fue un éxito. Al otro día de la
cirugía la niña sonreía y mandaba saludes, se veía feliz. A menos de un mes de
salir del hospital le tocó volver, no podía respirar y comenzó a toser sangre,
los pulmones ya no respondían. Natalia murió el pasado 22 julio. Para ella, que
esperaba cumplir 12 años este 16 de septiembre, no importó que el diagnóstico
fuera temprano y que los médicos estuvieran pendientes de ella. Un problema
administrativo que puso trabas durante casi un año, no dejó que apagara las
velitas y pidiera un deseo.
El tipo de cáncer óseo que afectó a Natalia Serna
Gómez se presenta generalmente en niños y adultos jóvenes y aparece en áreas
donde el hueso está creciendo rápidamente. La mayoría de los tumores se
desarrollan en los huesos más largos: alrededor de la rodilla, ya sea en el
fémur o en la tibia, y en el húmero cerca al hombro.
Aunque, en Colombia no hay
estadísticas claras respecto a este tipo de cáncer, especialistas como Jorge
Enrique Navia aseguran que cada vez llegan más
pacientes afectados por esta patología a su consultorio.
Para detectar este tipo de
tumor se utilizan pruebas de imagen donde se usan rayos X, campos magnéticos o
sustancias radiactivas para obtener imágenes del interior del cuerpo. La prueba
final para detectar y confirmar si el cáncer es maligno o no es la biopsia, un
método importante a la hora de pensar en los pasos a seguir en busca de la cura
o control de la enfermedad.
En el diagnóstico y en el tratamiento participan
distintos especialistas, entre ellos un cirujano ortopédico, con experiencia en
el tratamiento de tumores óseos; un oncólogo médico o pediatra; un oncólogo
radiólogo; un patólogo. Es importante que este proceso se haga en conjunto y
rápido, ya que como dice Navia, hoy la mejor manera
de salvar un paciente con esta enfermedad es detectando el tumor en forma
temprana.
Los tratamientos para
contrarrestar el osteosarcoma dependen del estado de
la enfermedad, sin embargo, la cirugía para extirpar el tumor inicial es
fundamental y necesaria. Siempre que sea posible, es importante que se
planifique el tratamiento y la biopsia quirúrgica en conjunto, y que el mismo
cirujano ortopédico se haga cargo de estos dos procedimientos.
Esta intervención denominada
cirugía de salvamento es muy compleja. Los encargados de realizarla deben tener
habilidades especiales y experiencia. El reto está en extirpar todo el tumor al
tiempo que se preservan los tendones cercanos, los nervios y los vasos
sanguíneos para mantener la mayor cantidad de las funciones de la extremidad, y
en la medida de lo posible, el aspecto. Pero si el cáncer ha afectado estas
estructuras, tendrán que ser removidas junto con el tumor. En estos casos, y si
es posible, se implanta una prótesis para salvar la extremidad. En el peor de
los casos se hace una amputación.
Gracias a los avances en la
tecnología en los últimos años los pronósticos han mejorado. Con los nuevos
medicamentos, la quimioterapia ayuda desde el inicio para reducir el tamaño del
tumor permitiendo que la cirugía sea más sencilla, y al final, luego del
procedimiento quirúrgico, para contrarrestar algún residuo cancerígeno que
hubiera quedado. Así se permite al paciente mantener una vida libre de cáncer y
la mayoría de las veces, conservar la extremidad afectada.