La calidad de la educación pasa por las bibliotecas escolares

Hace unos días, la recién nombrada ministra de Educación, María Fernanda Campo, dijo que el reto de la cobertura en educación estaba cumplido pero que ahora había que insistir en la calidad. Esta frase hay que tomarla en serio, pues si algún reto tiene Colombia en este gobierno entrante es apostar por consolidar un proceso que logró una cobertura del 100,87 por ciento durante estos ocho años. Sin embargo, como lo dijo la designada ministra Campo, no es suficiente con que las cifras sean positivas, sino que esas cifras arrojen resultados que se puedan cualificar.

Experiencias de otros países latinoamericanos permiten deducir que, si la escuela apuesta por la lectura y las bibliotecas, los avances de los estudiantes serán evidentes. Así ocurrió en México, durante el periodo 2001-2009 con la puesta en marcha del Programa Nacional de Lectura de la Educación Básica, que proveyó a escuelas con bibliotecas y acceso al libro e hizo que los estudiantes mexicanos salieran mucho mejor calificados en las pruebas de comprensión lectora como la Inee. En Chile se impulsaron los CRA, Centros de Recursos para el Aprendizaje de educación básica y media, y en el 2010 ya han llegado a tener 8.024 bibliotecas escolares a lo largo del país, con acceso a libros, productos audiovisuales y recursos educativos, que han hecho que los estudiantes muestren significativos avances en comprensión de lectura en años recientes.

En Colombia no sabemos cuántas bibliotecas escolares existen en colegios públicos, salvo en los casos de Medellín, Bogotá y Cartagena, donde las alcaldías han invertido en estas a través de Vitrinas Pedagógicas, en las cuales se promueve el acceso y la compra de libros seleccionados y pensados para las necesidades particulares de cada escuela, y, como el elemento más importante, los libros son seleccionados por los maestros.

Es necesario pensar la educación en función de la lectura. Para la Asociación Internacional de Bibliotecas (Ifla, por sus siglas en inglés) y la Unesco, "la biblioteca escolar ayuda a los alumnos a desarrollar destrezas de aprendizaje de carácter vitalicio, y ayuda a formar ciudadanos responsables", y solo con acceso a los libros se podrá mejorar el alfabetismo lector, que va mucho más allá del funcional.

Es por eso por lo que este Ministerio debería contemplar la puesta en marcha de un Plan Nacional de Bibliotecas Escolares, que haga parte del nuevo plan de desarrollo y que sea radical en comprometer a los alcaldes municipales, a la Nación y a las entidades territoriales para que, mediante recursos del Sistema General de Participaciones (SGP), en el capítulo de mejoramiento de la calidad de la educación, se cree una Política Nacional de Bibliotecas Escolares (PLAN BE), capaz de dotar, con un mínimo de 2.500 títulos, cada uno de los 14.110 establecimientos públicos, y que esas bibliotecas cuenten con un maestro bibliotecario capacitado en promoción de lectura y dedicación de tiempo completo a la biblioteca; que produzca un sistema de información y orientación nacional actualizado sobre bibliotecas escolares que le sirva tanto a establecimientos oficiales como no oficiales.

Solo creyendo en el poder de la biblioteca escolar tendremos un nivel educativo más alto, tal como lo demuestran investigadores como Mary Graver, quien en un estudio realizado para la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, concluyó que "los alumnos provenientes de una escuela con biblioteca escolar administrada por un especialista tendían, en promedio, a obtener un mejor rendimiento académico que los estudiantes del resto de las escuelas". Es tiempo de mirar a la lectura con ojos distintos a los de los grandes y a veces románticos discursos para convertirla en una herramienta efectiva y concreta que contribuya a elevar el nivel de la educación, que no es otra cosa que un mejor nivel de desarrollo como país.

* Directora ejecutiva Fundalectura

Carmen Barvo *