Cali, entre la guerra y la paz


Por Yesid Toro Meléndez, reportero de El País

El País visitó el barrio más violento y el más pacífico de la ciudad. Historias.

Hay que caminar por las calles de Manuela Beltrán para entender por qué desde hace dos años es el barrio con más homicidios en Cali.

Una amplia zona -cuatro cuadras al menos- es dominada por una pandilla conocida como ‘El Cimiento’. Sus integrantes, dicen los vecinos, son capaces de quitarle la vida a cualquiera sólo por robarle un billete de $5.000. Por eso la gente mira azarosa mientras espera el bus en los paraderos; en cada esquina hay que estar atento al zumbido de las balas y en las noches el temor es tal que hasta el latir de un perro puede hacer encerrar de temor a la gente.

Uno de esos rostros asustados aparece detrás de la puerta del Colegio Fe y Alegría, situado a un costado de una de las calles más conflictivas del sector. Es el de una joven profesora, que asomada por una rendija se cerciora de que quien le habla en efecto sea periodista. El interior de aquella institución, donde estudian unos 250 niños, es como un oasis en un desierto. Un patio limpio, de muros pintados con paisajes y salones repletos de pequeños que buscan un escape al peligro que hay alrededor de sus propias casas.

Así es Manuela Beltrán. Desde hace dos años, el barrio que más homicidios registra en la ciudad (42 en el 2008 y 44 en 2009). Y desde el 2001, según el Observatorio Social de Cali, es el más violento de los 15 que conforman la Comuna 14, en el Distrito de Aguablanca. Siempre va a la delantera en el número de muertes violentas. En los últimos diez años 403 personas han caído asesinadas en sus calles.

Las autoridades dicen que el año pasado la disputa entre cuatro pandillas (‘La Comuna’, ‘Las Orquídeas’, ‘El Gallinero y ‘El Cimiento’) cobró la vida del 80% de las 44 personas que murieron. Y aunque en el presente año tres de esas bandas han sido desarticuladas, la muerte sigue rondando a quienes quieren dejarlas. Van trece asesinatos en lo corrido de 2010.

Dos de esas muertes fueron las de los hermanos Jhon Fredy y Runy Cruz Libreros. El pasado 4 de abril una mujer los sacó de una fiesta y los llevó hasta un sitio donde eran esperados por integrantes de la pandilla ‘El Cimiento’. Los mataron, dicen, por una vieja deuda, “pero los dos hermanos ya no estaban robando”, cuenta Juan Carlos, un joven que lidera un grupo de ex pandilleros dedicados ahora a la vigilancia comunitaria.

El joven, de acento costeño, admite que el barrio es muy violento, pero que ellos (los vigilantes) están buscando salidas al problema. “Si vemos a una persona robando o metiendo vicio lo que hacemos es ponerlo a barrer o a coger un machete para desyerbar un parque que hemos estado arreglando”. Por eso, advierte, “mis muchachos no esconden su rostro detrás de gorras. No tenemos nada que tapar”.

Pero este experimento en muchos sectores no ha resultado. El comandante del Distrito 4 de la Policía, coronel Javier Francisco Mora Jiménez, insiste en no apoyar este tipo de vigilancia y recordó que hace sólo dos semanas la Policía capturó en el barrio Potrero Grande a dos integrantes de uno de estos grupos que estaban involucrados en cuatro homicidios.

Aún así, en Manuela Beltrán la gente paga una cuota para que unos 80 jóvenes en bicicleta, portando chalecos y advirtiendo su presencia con un pito, espanten de sus calles a los que otrora fueran sus colegas del pillaje. Esto pasa, a pesar que desde 2008 una unidad de la Policía Militar está acantonada en el sector con más de 20 soldados que patrullan las calles en las noches.

Son las 7:00 p.m. de un día de mayo. Salgo de este barrio, la noche ya apareció en las calles más violentas de Cali. Me comprometí a volver. Así se lo dije a Juan Carlos, el ‘comandante’ de los vigilantes.

El Milagro de Altos de Menga

Don Héctor Díaz aún recuerda el día en que la comunidad correteó a un joven que se había robado un marranito de barro, en el que un sacerdote de la parroquia de Altos de Menga guardaba las limosnas. “Eso fue el año pasado, es lo más grave que hemos vivido en materia de inseguridad en los últimos dos años”, dice este líder comunitario.

Altos de Menga, uno de los 24 barrios de la Comuna 2, es una de las zonas con menos homicidios en Cali. En los últimos tres años no ha ocurrido allí ni una muerte violenta y eso, según sus habitantes, se debe a un milagro que no logran explicar. Dicen que puede ser porque allí, aunque son pobres- el barrio es de estrato 1 y 2- se reza y se ora con devoción (casi todos sus habitantes profesan el cristianismo).

Las cifras 646 homicidios han ocurrido este año en Cali hasta el 15 de mayo. 177 asesinatos tuvieron lugar en diciembre de 2009, el mes más violento. 50 muertes violentas han ocurrido en lo que va de 2010 en la Comuna 14, donde está Manuela Beltrán.

Es más, mientras en los últimos diez años en Manuela Beltrán han asesinado a 403 personas, en Altos de Menga la cifra, en ese mismo período, sólo llega a 16. ¿Pero qué hace que en una ciudad como Cali con 1.794 homicidios en 2009, y con una tasa de 82 muertes por cada 100.000 habitantes, mayor que la nacional que fue de 32, existan estos contrastes?

El programa ‘Cali, Cómo Vamos’, que recopiló datos del Observatorio Social de la Secretaría de Gobierno entre 2008 y 2009, destaca el trabajo comunitario y el ensamble entre vecinos y autoridades en algunos sectores como fórmula para mantener comunidades seguras.

De eso da fe don Romaldo Mora, uno de los fundadores de Altos de Menga. “Será porque aquí somos muy unidos y cada vez que vemos a alguien sospechoso llamamos a la Policía”, dice mientras baja una lora del árbol de mango que hay en su casa. Todo el barrio huele a campo, quizás porque al estar en la ladera de Cali, la montaña le dispara ráfagas de aire fresco.

En Alto Menga, como le llaman sus habitantes, permanece el mayor José Gabriel Betancourt, comandante del Distrito Uno de la Policía Metropolitana. “Es que vengo de La Flora y ese barrio no es como éste. Aquí son muy pocos los llamados que tienen las patrullas y cuando la gente llama es porque algún vecino tiene el equipo de sonido a todo volumen, es lo más grave. De resto, los mismos vecinos son los que se encargan de cuidar su barrio”, dijo. Enseguida agregó: “Este es uno de los barrios más tranquilos que he conocido. No hay pandillas y los índices de hurto a personas o a residencias son muy bajos”.

Pero en Alto Menga no todo es mejor que en Manuela Beltrán. Este último barrio será violento, pero tiene solucionados problemas críticos como el abastecimiento de agua. En cambio los habitantes del ‘oasis de paz’ de la ladera aún no disfrutan de ese privilegio. Pero ni siquiera esa deficiencia turba la tranquilidad del sector.

Luego de vivir por un día en la tranquilidad de este barrio, regresé a donde Juan Carlos, en Manuela Beltrán. Allí me encontré con don Víctor Villareal, un fundador y líder comunitario que afirma estar cansado de decirle a los representantes de la Administración Municipal, que más que capacitación y programas lo que necesitan en su barrio son oportunidades de trabajo para que los jóvenes no se vuelvan delincuentes.

Eso mismo piensa Juan Carlos, quien apareció de repente dando ordenes a sus muchachos a través de un radio. “Mire-señala una calle sin pavimentar- por ahí no pasaba nadie porque se agarraban a ‘plomo’ pero ahora la gente camina tranquila porque estamos cuidando el barrio”, anota.

Aproveché para contarle a Juan Carlos y a don Víctor lo que viví en Altos de Menga: lo del ladrón del marranito; las peleas por el ruido... Casi de inmediato uno de los muchachos que prestaba atención dijo: ¡ese barrio no debe quedar en Cali, esto es muy ‘caliente’!

Y es que como cuenta don Armando Lozano, otro de los habitantes de Manuela, “esos problemas menores los tuvimos aquí como en el año 1981. Luego llegaron los del M19 y los de las invasiones y esto se llenó de pandillas. Ahora mire en lo que estamos-se rasca la cabeza-”.

Sin embargo, a diferencia de Manuela, el mayor problema que atraviesan en materia de seguridad en Altos de Menga es la presencia de jóvenes de barrios aledaños que los fines de semana suben en motos a fumar marihuana. A propósito, estando en una de las esquinas de Manuela Beltrán, llegó un olor a yerba. Entonces, Juan Carlos dijo: “¡Espere, ‘pana’, hay unos pelaos soplando! ¿vamos, o qué?

En pocas palabras

"Aquí lo que faltan son oportunidades de empleo y educación; verdadera inversión social. No solo capacitaciones porque con eso los jóvenes no logran conseguir trabajo”. Víctor Villareal, Líder comunitario del barrio Manuela Beltrán de Cali.

"Hemos hecho un trabajo con los muchachos y con la comunidad para reducir tanta delincuencia, pero lo que en realidad se necesita es que les brinden oportunidades laborales”. Subintendente Lucelly Londoño, Policía Comunitaria Manuela Beltrán.

"Necesitamos que el Gobierno mire hacia este barrio tan sano. Uno de los mayores problemas es el agua. Por lo demás nos hemos unido para evitar que halla delincuentes”. Héctor Díaz, Presidente JAC sector San Miguel, barrio Altos de Menga.

"El éxito en la seguridad de barrios como Altos de Menga y otros, en parte se debe a estrategias de la comunidad, a que son barrios pequeños y que la mayoría son propietarios”. Doris Tejeda, Directora del Observatorio Social de la Secretaría de Gobierno de Cali.

Otros barrios sin homicidios

·  Durante 2009 un total de 91 barrios y sectores, de los 365 que hay en Cali, no registraron homicidios. La mayoría está en la Comuna 2.

·  Algunos son: La Campiña, Juanambú, Santa Teresita, Santa Rita, Chipichape y La Paz, Comuna 2; El Hoyo, San Cayetano y Fátima, Comuna 3; Promociones Populares e Invasión Las Palmas, Comuna 14; Caldas y Santa Bárbara, Comuna 18; Paso del Comercio y Quintas de Salomia en la Comuna 6.