Guardados menores y mayor
Los reclamos
incomprensibles siempre tienen su origen en asuntos que no se han podido
aclarar.
Con
frecuencia en las relaciones interpersonales, especialmente en las de familia,
se presentan reclamos incomprensibles. Son generalmente exabruptos airados, salidos
de tono, absurdos o agresivos. Hay un “mar de fondo” del que nadie habla.
Secretos a voces que no se han podido ventilar y que ninguna de las partes ha
querido tocar pero que están allí desde hace mucho rato.
No se hace
nada porque se teme que la discusión va a resultar desagradable y va a ahondar
las diferencias. No se habla “para no ser conflictivo”. Así las cosas, el
distanciamiento se hace crónico y cada vez más difícil de superar.
Pasada la
crisis y cuando hay la tranquilidad para analizar lo ocurrido, el que recibió
la andanada puede entender (o no) las razones de la reacción.
Cuando se trata de asuntos menores, las cosas son más fáciles de ventilar. Por
ejemplo aquel que no brindó el apoyo en un momento esperado, olvidó un
aniversario o incumplió una promesa, etcétera.
Los
guardados mayores se originan en un comentario descalificador juzgado como
grave o imperdonable, un acto desleal o una franca traición. Son asuntos no
suficientemente discutidos, secretos “pendientes”, monstruos engordados por el
silencio, el tiempo y la distancia. Que ocultos en el fondo del alma, se
acompañan siempre del resquemor de resentimientos inconfesables.
Guardado-grande
o pequeño-que no se destapa se crece. Cada persona tiene el suyo. Si bien la
amistad, la familia o el matrimonio siguen, se crea una barrera cada vez más
pesada entre las partes. Entonces la ira contenida, precipitada por el asunto
más trivial, tiene que salir por algún lado y ocasiona “inesperadas” respuestas
cargadas de emoción.
El grado de
rencor de ambos guardados es distinto. Ambos deterioran la relación pero el
pequeño es más susceptible de ser discutido y solucionado. El grande se suele
enterrar pero no se olvida y se convierte en un estorbo insuperable en la vida
de las personas.
Lo
recomendable al respecto de todos los guardados es abrir el tema a discusión
con el objeto de aclarar responsabilidades sin dejar que pase demasiado tiempo.
Si el
resentimiento generado por un guardado menor permite el desahogo, así no se
llegue a una aclaración definitiva, se debe propiciar. Se reconoce que si bien
la queja nace de algo con lo cual no se está de acuerdo, se está dispuesto a
escuchar la historia. De esa manera se da el tiempo necesario para que se
aclare la rabia.
La discusión
de los guardados mayores requiere no sólo de una coincidencia de voluntades de
ambas partes para pasar la página sino de afecto verdadero, valor, nobleza y
generosidad. El afecto es el requisito fundamental. El valor permite poner las
cosas sobre la mesa, la nobleza lleva a la aceptación de la propia
responsabilidad y la generosidad concede la razón sin condicionamientos y logra
la reparación. La ausencia de esas condiciones humanas explica la razón por la
cual los guardados no se discuten con la frecuencia necesaria.