El bótox, ¿nueva arma de
destrucción masiva?
La
toxina en su estado puro es quizá uno de los elementos más letales que existen
en el ambiente.
El equivalente
a un grano de arena de ella podría matar a un adulto de 70 kilos de peso.
Por
eso, autoridades en Estados Unidos y Europa están en alerta roja ante la
posibilidad de que la popular droga antiarrugas pueda ser convertida en una
nueva arma de destrucción masiva.
De
acuerdo con un artículo del diario 'The Washington
Post', hay evidencias de laboratorios 'piratas' que están produciendo la
"toxina botulínica" -un producto biológico que es el ingrediente
esencial del bótox- para surtir el mercado negro de esta droga.
El
bótox, como tal, sólo contiene un trazo mínimo de la toxina y por lo tanto se
necesitarían cientos de miles de dosis para producir una cantidad suficiente
que pudiese servir como un arma química.
Algo
difícil no sólo por su alto costo (400 dólares la inyección) sino porque
requiere de prescripción médica. De hecho, el artículo menciona como la secta
japonesa Aum Shinrikyo y el
grupo terrorista Al Qaeda ya habían experimentado en
el pasado con la toxina, aunque sin éxito.
Sin
embargo, con el surgimiento del mercado ilegal, que permite conseguir la
dosis por una fracción de su precio, y laboratorios ilegales produciendo la
toxina en bruto, las posibilidades de convertirla en un arma han crecido
dramáticamente.
Las
autoridades creen que existe un laboratorio como estos en Chechenia, pero
también les siguen la pista a otros en Oriente Próximo y África.
De
acuerdo con Kenneth Coleman,
médico y experto en bioterrorismo que acaba de
publicar un informe sobre el tema, tan sólo un biólogo experimentado podría
desarrollar, y con facilidad, un gramo de la sustancia. Cantidad suficiente
para matar a miles de personas.
El
problema con la toxina es que suele morir rápidamente si es expuesta al calor.
Razón por la cual E.U. y otros países como Irak la
descartaron como arma cuando experimentaban con agentes biológicos.
Pero
con los avances en tecnología y la alta disponibilidad de la droga, los
terroristas podrían encontrar pronto algún sistema de propagación más
eficiente.
SERGIO GÓMEZ
MASERI
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON