Aumentan trastornos alimentarios en adolescentes en Bogot‡

Oct. 13 de 2012

Por:Sania Salazar G—mez, Unimedios

Cada vez m‡s, las presiones sociales alteran la alimentaci—n de los m‡s j—venes. Al comparar estudios sobre trastornos alimentarios en Bogot‡, entre finales de los a–os noventa y comienzos de la actual dŽcada, se observa un incremento del riesgo de padecer este tipo de enfermedades.

Edilma lucha cada d’a contra la comida. Sus 150 cent’metros de estatura han tenido que soportar hasta 80 kilos de peso. Se empez— a engordar a los once a–os, pero se dio cuenta de que ten’a un problema con su forma de comer a los trece, cuando su madre la llev— por primera vez a un mŽdico por esa causa. En un momento lleg— a pesar 44 kilos, lo ideal, pero meses despuŽs regres— de un viaje pesando 60 kg.

Bailaba ballet cl‡sico, y en el espejo ve’a su cuerpo en forma de guitarra. ÒMe gustaban esas formas, mucho m‡s rellena que las ni–as de mi edad. No ten’a grandes angustias, pero tal vez hab’a algo que no quer’a verÓ, confiesa.

Una tesis de grado sobre trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en adolescentes de Bogot‡, efectuada por Yudi Esperanza Le—n, especialista en Pediatr’a de la Universidad Nacional de Colombia en Bogot‡, se–ala que la presi—n de los padres y la pr‡ctica de actividades como el ballet se asocian a este tipo de enfermedades.

La investigadora dice que los TCA son alteraciones mentales que tienen en comœn una intensa preocupaci—n por el peso, los alimentos y la figura corporal.

El profesor Luis Alberto çngel Arango, de la Facultad de Medicina, explica que quienes los padecen tienen conductas anormales, como usar purgantes, laxantes o diurŽticos de forma compulsiva y abundante. TambiŽn se inducen el v—mito.

Un estudio adelantado por la UN entre 1997 y 1999, en varios colegios de Bogot‡, en el cual psiquiatras y psic—logos evaluaron a 2.770 j—venes de bachillerato, encontr— que la frecuencia de bulimia estaba entre el 2,6% y el 3%. Para çngel Arango, este porcentaje es alto porque significa que, si en una instituci—n hay 500 ni–as, alrededor de 13 est‡n enfermas. La anorexia estaba entre el 0,4% y el 0,5%.

El trabajo de la doctora Le—n, desarrollado en 2011 en diez colegios de Bogot‡, en los cuales se encuestaron a 991 adolescentes (hombres y mujeres), entre los 10 y 18 a–os, concluy— que 82 tienen riesgo de sufrir un TCA (el 8,3% de la poblaci—n evaluada).

El estudio indica que los trastornos se clasifican en anorexia, bulimia nerviosa y los no especificados. ÒAntes de la pubertad, estos se presentan igualmente en hombres y mujeres; durante la adolescencia, la relaci—n hombre-mujer es de 1 a 10; y, en la adultez, de 1 a 20Ó, precisa la investigaci—n.
Factores de riesgo

El profesor Arango tambiŽn indica que la enfermedad tiene un componente relacionado con la cultura (la presi—n de tener un cuerpo socialmente aceptado) y otro con la herencia genŽtica (un factor de riesgo de obesidad).

ÒSegu’ bajando y subiendo como un acorde—n, yendo donde endocrin—logos, haciendo gimnasia; pero de noche me com’a a escondidas las galletas y tortas que manten’an en la casa. A los quince a–os era consciente de que ten’a un problemaÓ, cuenta Edilma.

La doctora Le—n explica que la bulimia nerviosa se caracteriza por el comienzo de dietas restrictivas que no llevan al paciente al peso deseado, motivo por el cual este comienza a consumir grandes cantidades de comida en un corto tiempo (atracones). Luego, siente culpabilidad y utiliza diferentes mecanismos (purgas), como el v—mito, ejercicio extremo y uso de laxantes o enemas, para eliminar el exceso de alimentos de su cuerpo.

ÒUno se siente muy mal despuŽs de un atrac—n. Me acostaba, me aislaba. He tenido mucha tendencia al aislamiento. Me sent’a diferente y anormalÓ. De hecho, los TCA constituyen la tercera enfermedad cr—nica m‡s prevalente en los adolescentes, despuŽs de la obesidad y el asma.

Edilma recuerda que, entre los 18 y los 20 a–os, sufri— mucho porque las dem‡s ni–as sal’an con muchachos y ella no. DespuŽs pens— que, como era tan fea y tan pesada, no le iban a dar trabajo.

ÒMe sent’ muy rechazada en muchas ocasiones y me he preguntado toda la vida si es porque la gente ve una persona fea en m’. Siempre he sido un poco acomplejada por eso. No me quer’a poner vestido de ba–o de ninguna maneraÓ.

Le—n concluye que, una vez identificado un TCA, el tratamiento requiere un enfoque multidisciplinario que se rige por dos objetivos primordiales: la renutrici—n del paciente y el acompa–amiento psicol—gico. ÒPor tanto, estos pacientes deben ser remitidos para manejo especializado. En este proceso, es indispensable la voluntad de recuperarse del afectado y el acompa–amiento del nœcleo familiarÓ.

La noche trae consigo la angustia para Edilma, pues es el momento en que la atacan las ganas de comer. Los dulces son sus enemigos: cuando los prueba, no puede parar.

ÒLa evoluci—n de estas enfermedades es muy variable. Alrededor del 50% de los pacientes se curan totalmente, el 20% tienen reca’das y cerca de un 30% siguen un curso cr—nico, con pobre funcionalidad personal y profesional. La mortalidad descrita var’a entre el 4% y el 18%Ó, revela el estudio.

El profesor Arango asegura que la prevenci—n es clave. Por eso, recomienda tener cuidado al hacerle comentarios negativos a alguien sobre su aspecto f’sico. TambiŽn resalta la importancia de identificar tempranamente a las personas con riesgo. ÒHay que estar pendientes de las conductas raras: cuando cambian los h‡bitos alimenticios negativamente, cuando se tienen actitudes negativas frente a la comidaÓ.

ÒEste es un mal traicionero, mortal y de por vida que hay que aprender a manejarÓ, reconoce Edilma. De ah’ que sea vital el acompa–amiento de la familia, los amigos y los profesores.