Es un hecho: la resistencia de las bacterias a los medicamentos se convirtió
en un problema de salud pública, en otras palabras, la humanidad hoy enfrenta
peligrosas infecciones contra las que no funciona ningún medicamento.
La principal causa, de acuerdo con autoridades mundiales de salud, es el mal
uso que de estos fármacos hace la gente. El consumo sin control de antibióticos
para todo hace que las bacterias evolucionen rápidamente y su descendencia ya
venga resistente a ellos.
Se estima que por lo menos la tercera parte de todas las personas que se
hospitalizan reciben antibióticos, aunque más de la mitad de ellas son tratadas
con estos medicamentos en forma inadecuada (por ejemplo, se dan los que no se
necesitan o no sirven o se prescriben en dosis y tiempos inexactos).
Los niños menores de cinco años y las personas mayores de 65 años son los
más afectados. No son pocos los médicos que tratan los problemas respiratorios
que los aquejan con este tipo de medicamentos, incluso si estos males no son de
origen bacteriano.
El uso de antibióticos es mucho más ligero entre la gente, que corre a la
farmacia a comprarlos sin receta y a consumirlos para tratar desde una fiebre
hasta un malestar pasajero. De hecho, muchas enfermedades producidas por virus,
como las gripas o los catarros comunes, son atacadas con antibacterianos.
Lo grave es que esto ha traído como consecuencia la aparición de bacterias
resistentes a varios o a todos los antibióticos.
El problema es que, en este momento, la mayoría de grupos de investigación
en el mundo, no están dedicados a buscar nuevos antibióticos para enfrentar
esta amenaza.
Aunque todavía son pocas las bacterias inmunes a estos fármacos, es
imprescindible que los médicos y la gente tomen consciencia sobre el tema y
aprendan y promuevan el uso adecuado y responsable de estos medicamentos. De no
hacerlo el mundo se devolvería a escenarios como los previos al siglo XX,
cuando las infecciones mataban a millones de personas.
*MIEMBRO DE
CINCO RECOMENDACIONES PARA USAR ESTOS MEDICAMENTOS.
No presione: buena parte de la prescripción excesiva de antibióticos se debe
a que los pacientes les exigen a los médicos que se los receten. Deje esa
decisión en manos del profesional.
No se automedique: los antibióticos no son fármacos milagrosos. No sirven para
tratar gripas, fiebres, hinchazones ni maluqueras en general.
Estos medicamentos son específicos, es decir que para cada bacteria hay un
antibiótico. Por eso hay que tomar el que el médico diga, no el que lo sugieran
los demás.
Dosis y tiempos exactos: estos fármacos contienen unas cantidades que deben
respetarse. Si el médico dice 500 miligramos, cada ocho horas, son 500
miligramos, cada ocho horas. De igual modo, hay que usarlos por el tiempo
exacto ordenado. No interrumpa el uso si empieza a sentirse mejor.
Un antibiótico no puede remplazarse por otro ni tampoco puede recomendarse
para males parecidos de otras personas. Incluso si son las mismas bacterias,
actúan distinto de un individuo a otro