La
ansiedad puede generar cambios en el comportamiento de los niños
Comerse las uñas, chupar dedo y brincar son los hábitos
más comunes en los pequeños que sienten presión o estrés.
Así
como los adultos, los niños también pueden sufrir de ansiedad, estrés,
cansancio, entre otras afecciones que pueden influir para que adopten ciertos
comportamientos que se salen de la cotidianidad.
Comerse
las uñas, arrancarse el pelo, morderse los labios, orinarse durante el día,
tartamudear, chupar dedo o saltar son algunos de ellos. Aunque muchas personas
las llaman hábitos nerviosos, el neuropediatra Álvaro
Izquierdo dice que estas palabras “están mal empleadas o se utilizan para
referirse a situaciones que muchas veces no están relacionadas con los
nervios. Incluso, detrás de ellas puede haber problemas de tipo neurológico,
ansiedad o una enfermedad más grave que les cause esta situación”.
Estos
comportamientos se presentan usualmente cuando el niño tiene que hablar, o
cantar en público, es intimidado por un llamado de atención o siente la presión
de los demás. Igualmente, cuando se siente estresado, aburrido o cansado, o
tiene un cambio en su vida (entrada al jardín, separación de los padres, etc.),
que desencadene un impacto importante.
“Hay
más o menos un 10 por ciento de niños que pueden presentar estos
comportamientos. Se dan más en niños que en niñas; la relación es como entre 5
niños por una niña”, asegura la sicóloga infantil Natalia Liévano.
Algunos
hábitos
•Comerse las uñas
Según el neuropediatra, se presenta cuando hay cierto
grado de ansiedad. Este hábito es el menos grave. Si no existe otro factor
asociado, no hay un trastorno delicado en el niño.
•Arrancarse
el pelo
Aunque también existe el factor de la ansiedad, “algunas veces puede
presentarse en pequeños con trastornos más serios, como el Trastorno obsesivo
compulsivo y el retardo mental”. Esta una manifestación exagerada de un
trastorno de ansiedad y no es normal en ninguna condición.
•Temblor
fino
Es notorio cuando el niño coge la cuchara para introducírsela en la boca, a la
hora de comer, o cuando va a dibujar. En estos casos, suelen catalogar al
pequeño como nervioso, pero “resulta que este tipo de temblor puede ser
secundario a un estado de ansiedad o por un medicamento. Incluso, la mayoría de
las veces es un temblor de tipo hereditario que se llama temblor esencial y que
se manifiesta muy fácilmente en personas de la tercera edad”, dice Izquierdo.
Si el movimiento, el equilibrio, el comportamiento y el pensamiento de estos
niños es normal, y el temblor es la única manifestación extraña, no debe haber
ningún tipo de alarma, afirma el especialista.
•Saltar
Brincar sobre un mismo sitio de manera repetida y mover las manos (aletear), en
ocasiones, pueden ser signos de ansiedad causados por la emoción que siente el
menor. Si no existen patologías detectadas con anterioridad, como el autismo,
retardo mental u otros, los padres no deben preocuparse.
Según Izquierdo, “si el niño salta en la punta de los pies cuando se alegra y
se le dice que se quede quieto y se sienta tranquilo, no tiene ningún tipo de
problema. Pero si, aparte de eso, parece que no escuchara, no obedece órdenes,
no tiene contacto visual, no socializa con otros niños, tiene retardo del
lenguaje, no habla en un contexto adecuado, puede tener un trastorno”.
•Tics
Son trastornos neurológicos de carácter involuntario. En los niños, aparecen y
desaparecen por periodos y, muchas veces, se quitan solos. En algunos casos,
hacen parte de alguna enfermedad.
•Chupar
dedo, cobija o ropa
Es un proceso normal en los niños pequeños. Si se presenta en escolares
mayores, adolescentes o adultos es significado de que hay inmadurez emocional,
y muy probablemente requiere de apoyo.
¿Cómo
diferenciarlos?
Cuando estos comportamientos se presentan de manera individual, pueden ser
ocasionados por procesos de cambios, normales en la vida del niño; no obstante,
estos pueden causarle estrés o ansiedad.
“Cuando
se hace la historia clínica y el especialista se da cuenta que al niño le va
bien en el colegio, come y duerme bien, se la lleva bien con los amigos y no
tiene problemas en casa, pues es un niño normal”, señala el neuropediatra
Álvaro Izquierdo.
“Pero
el niño que realmente tiene ansiedad –agrega– no solo se come las uñas, sino
que es inseguro; cuando está bajo presión, no se queda quieto; suda más de lo
usual. A veces, comen más de lo normal y se mueven constantemente. No es un
hecho aislado, sino que afecta mucho más su comportamiento”.
En
este sentido, cuando hay varias conductas relacionadas, puede haber un
trastorno. Lo más recomendable, es llevar al niño al neurólogo pediatra, al sicólogo o la siquiatra infantil, según sea el caso.
Recuerde que cada niño es diferente y el diagnóstico puede variar.
¿Cuánto
tiempo duran?
Los hábitos normalmente desaparecen solos. Si después de un año, el comportamiento
persiste, se recomienda acudir al especialista. Hay algunos que evolucionan más
rápidamente que otros, como el hecho de comerse las uñas; es una acción común y
continua.
Aunque
chupar el dedo o los bordes de los sacos no es tan usual, “este puede
evolucionar rápidamente y, más o menos, entre 6 meses y un año, o cuando
desaparece la situación que la dispara, el hábito se acaba” dice Liévano.
Pero,
en general, estas conductas desaparecen cuando se le da al niño otras
alternativas para superarlos. Esto también está relacionado con la maduración
de los pequeños. La sicóloga infantil Natalia Liévano
da algunas recomendaciones sobre el tema:
* Hacer consciente al niño. El hecho de que él entienda lo que está sucediendo
ayuda a que tenga mayor control.
* Enseñarle a que tenga algunas estrategias para relajarse. Darle alternativas
para que sus manos no estén haciendo algo que no implique quitarse el pelo,
morderse la uñas o chuparse el pelo. Como, por ejemplo, darle una pelota
antiestrés.
* Brindarle acompañamiento; no regañarlo ni castigarlo por eso. Se debe generar
mucha aceptación de lo que le está pasando y hacerle saber que no es al único
que le pasa.
* Hay que educar al pequeño para que tenga la posibilidad de manejar esas
situaciones y, en la adolescencia, no vaya a adquirir otros hábitos más
complejos y negativos.
Niños
propensos
La sicóloga infantil Natalia Liévano señala algunas
condiciones que pueden afectar la conducta del niño para que tenga ciertos
comportamientos que son estimulados por la ansiedad:
* Inmadurez en el desarrollo emocional.
* Pequeños con trastorno de base. Por ejemplo, niños con Déficit de atención e
hiperactividad.
Por
Karen Johana Sánchez
Redactora
ABC del bebé