La anestesia matrimonial
Febrero 28 de 2010



La obsesión por la comodidad se manifiesta a veces en una incapacidad para iniciar relaciones íntimas, otras en la dificultad para salir de una relación aburrida.

Ivette tiene 50 años, un hijo de 30 que vive en el exterior, tres perros y un marido a quien no ama. Es abogada civilista con una práctica profesional que la mantiene distraída (“anestesiada” según ella). Dice estar harta con su situación matrimonial y se ha preguntado infinidad de veces en los 31 años que lleva de matrimonio: “¿Dios mío que hago aquí....porqué no me he ido?

El aburrimiento se olvida momentáneamente cuando llega al “mejor apartamento de Bogotá” (adquirido por el marido) y salen felices a su encuentro los tres perros que no paran de hacerle fiestas. La mesa servida y todo en orden, completan el cuadro.

El marido no aparece en escena porque en realidad “es un actor muy secundario en mi vida afectiva”. Vive de lo que produce una finca ganadera en los llanos orientales que administra a larga distancia con una gran habilidad.

Comparte su tiempo libre entre las sesiones de “póker” semanales con un grupo de amigos de muchos años, el golf que juega dos veces por semana y el gimnasio de casi todos los días. Y lo más importante: “no molesta para nada”. La vida íntima de la pareja está igualmente anestesiada.

“El sexo nunca me ha interesado mucho y mi marido ya se acostumbró a la idea”.

Llega a consulta por un insomnio de varios meses y porque quiere saber si existe alguna solución para su situación. Como es siempre el caso, las circunstancias de cada matrimonio son diferentes. En el caso de

Ivette:

·  Ella valora enormemente la paz de lo conocido.

·  La seguridad económica no pesa mucho, porque ella es totalmente independiente.

·  Le incomoda en cierta medida el juicio crítico social de la condición de separada, pero tampoco es algo que le impida irse.

·  El temor de lo desconocido, el miedo a la soledad y el abismo de un futuro incierto, factores que suelen agobiar a muchas personas en circunstancias similares, no representan mayor obstáculo para ella.

·  Le preocupa la pérdida del apoyo de parientes y amigos que necesariamente tomarán partido con alguno de los dos en el momento que el rompimiento se oficialice. Pero considera este punto como algo superable, pues ha cultivado sus propias amistades y tiene una red de apoyo muy sólida dentro de su propia familia.

Para esta mujer hay varios factores que parecen tener mucho peso. Ella lo quiere “como una tía”. Él le produce lástima porque lo considera un inútil para valerse por sí mismo en las cosas sencillas y cotidianas de la vida, que ella gerencia con tanta soltura. El sólo pensamiento de dejarlo le genera dolor. Pero por encima de todas las cosas está el acostumbramiento a la rutina de cada día. “Algo con lo que se ha convivido por tanto tiempo es muy difícil de romper si no hay una razón de peso”, concluye.

Y como a ella no le parece tan grave el aburrimiento, las chispas de liberación que saltan cuando piensa en una vida mejor, al lado de otra persona, se apagan al concluir que la comodidad es su verdadera pasión.

carloscliment@elpais.com.co