Alcohol y suicidio
Noviembre 08 de 2009
La combinación de impulsividad con el uso de alcohol es una bomba de tiempo de
letales consecuencias.
Accidentes
automovilísticos, peleas y muertes violentas de toda índole son parte de la
vida cotidiana de la sociedad contemporánea. La variable asociada- a veces
evidente, a veces oculta- es casi siempre el alcohol.
El
alcohol es un importante factor de riesgo para suicidio pues agrava la
impulsividad, debilita el buen juicio y lleva a la persona a tomar las peores
decisiones. Incrementa la depresión y la desesperanza y facilita la
desinhibición de las conductas negativas.
La
prevención de la ingesta de alcohol especialmente en poblaciones susceptibles
cuenta con programas que bien utilizados podrían reducir el nivel de consumo.
Pero si bien las evidencias son contundentes al respecto de sus efectos
destructivos, el apoyo social a la ingesta de bebidas alcohólicas -como bien lo
señala la propaganda- “sigue tan campante”.
El
suicidio es mirado con respeto y temor por todo el mundo, pero los intentos
para prevenirlo son efímeras respuestas a un hecho lamentable, que si bien
genera alarma, no se traduce en hechos concretos. Se habla de la necesidad de
programas de educación comunitaria, intervenciones en crisis, educación a nivel
de las poblaciones escolares a riesgo, conocimiento de los factores de riesgo,
control de la depresión, entre otros. Pero tales propuestas, excelentes en sí
mismas, son arrasadas por la urgencia de otros problemas que copan todos los
recursos del Estado.
La
relación alcohol-suicidio si bien se conoce no está representada en acciones
terapéuticas puntuales que incluyan los dos aspectos. Un estudio del Centro
para el Control y Prevención de las Enfermedades de los Estados Unidos,
publicado recientemente* muestra que el 24 % de las personas que se suicidaron,
tenían un nivel de 0.08 g/dl lo cual indicaba que
estaban intoxicados por alcohol en el momento de la muerte.
En el
mencionado estudio, la relación alcohol-suicidio se demostró en todos los
grupos independientemente de la edad y del nivel social, lo cual resalta la
necesidad de pensar en programas de prevención para el suicidio que incluyan al
uso del alcohol como uno de los más importantes factores asociados.
Los
factores de riesgo deben ser evaluados en cada caso individual. Para no cometer
el error de concluir que si “todo el mundo toma, no tiene nada de malo que un
joven ingiera alcohol”. Y comprender que para los que no son alcohólicos
tomarse unos tragos no tiene consecuencias, para los que sí tienen un problema
de alcohol, significa un deterioro de su proceso patológico.
De la
misma forma como se han llevado a cabo agresivos programas para limitar el uso
del tabaco en lugares públicos, se debería ser más contundente para crear una
conciencia negativa al respecto del uso indiscriminado de alcohol. Entendiendo
que alcohólico no es sólo aquel que está permanentemente borracho o quien toma
todos los días, sino cualquier persona que no se pueda detener después del
primer trago, independientemente de la frecuencia con que lo haga.
*Morb. Mortal .Wkly. Rep. 2009; 58:637-641
carloscliment@elpais.com.co