Editorial: Adiós al cardiólogo de los niños

Hace cuatro décadas, cuando fue consciente de los obstáculos que debían enfrentar los niños aquejados por enfermedades cardiovasculares para acceder a un tratamiento en Colombia, el cardiólogo huilense Reinaldo Cabrera Polanía decidió poner en marcha un proyecto con el que soñó desde sus años de estudiante de medicina en la Universidad Nacional.

A
sí nació la Fundación Cardio Infantil, de Bogotá, que a lo largo de todos estos años les ha devuelto la esperanza a por lo menos 11.000 niños, muchos de ellos en condición de pobreza, y a sus familias. Hoy, no solo estos colombianos, sino cientos de médicos y profesionales de la salud cuya vocación de servicio ha estado inspirada en la labor del doctor Cabrera, lloran su partida.

Cuando sentó las bases de esta gran obra social, era un médico que, a pesar de su juventud, acumulaba una brillante formación en cardiología pediátrica en Estados Unidos y España. Cuando regresó al país, empezando los años 70, encontró que los niños fallecían por causas que los médicos no lograban establecer del todo. Cabrera y su hermano Camilo empezaron a dar luces sobre este tema: mientras el uno diagnosticaba, el otro operaba.

Pronto fue consciente de que en buena parte de los casos difíciles, las familias no tenían recursos para costear los tratamientos. Así que, apoyado por el papá de uno de sus pacientes, elaboró los estatutos de un centro para atender a niños afectados por enfermedades cardiovasculares, sin importar su condición económica. Su labor, que empezó en el hospital de La Misericordia, captó la atención del país y motivó a la clase pudiente y dirigente en la labor de socorrer a los niños enfermos y necesitados.

La Fundación se consolidó sobre un terreno donado en el norte de Bogotá y gracias a la solidaridad de miles de colombianos que confiaron en la visión y en las capacidades médicas y gerenciales del doctor Cabrera. La Cardio Infantil hoy no solo es, a través de su programa Regale una Vida, el soporte en todo sentido de los niños afectados por males cardiovasculares; también es un centro de referencia médica y científica en el manejo de estas enfermedades.

De esta obra y de las miles de vidas salvadas deben aprender el país, sus autoridades y sus ciudadanos: es claro que garantizarle salud y bienestar a la gente es, por encima de todo, un asunto de principios, de solidaridad, de buena gerencia y de voluntad.