El próximo 31 de octubre habrá nacido el ser humano número 7.000 millones
del planeta tierra. Una cifra que demanda pensar cómo es esta Tierra en la que
vive tanta gente y qué se está haciendo para garantizar la preservación de la
especie y del mundo.
El riesgo no puede ser más terrible: si el hábitat no se cuida, se podrá
acabar o se volverá invivible. El deterioro que ha
sufrido el mundo en las últimas décadas, tanto por el abuso de los humanos como
por la evolución natural que experimenta un organismo vivo, está pasando su
cuenta de cobro. El cambio climático ha hecho que los inviernos sean más
intensos, los veranos calienten más y se produzcan catástrofes con mayor
frecuencia. Los campos se inundan, las fuentes de agua se secan, la producción
disminuye.
Y los perdedores son tanto los humanos como el resto de habitantes de la
tierra. De ahí el llamado de la ONU para que se acoja su iniciativa ‘7.000
millones de Acciones’. Una invitación a que los Estados, las empresas, la
Academia y cada individuo asuman el compromiso de hacer algo para que el mundo
sea sostenible y la humanidad viva en mejores condiciones, llevando una vida
digna. Un mundo en el que las necesidades básicas estén satisfechas y se tenga
la oportunidad de progresar.
Las decisiones hay que tomarlas al ritmo en que aumenta el número de seres
humanos. La protección del medio ambiente por ejemplo, no puede seguir siendo
un asunto destinado al fracaso por la falta de voluntad política de los
gobiernos. El tiempo para que el Protocolo de Kyoto fuera un compromiso real se
agotó por la intransigencia de los países industrializados, los mayores
emisores de gases contaminantes y los que más inciden en fenómenos como el
calentamiento global. Ahora hay que buscar otras opciones que defiendan el
globo terráqueo por encima de los intereses y las ambiciones de enriquecimiento
que no consideran una obligación el cuidado de la tierra.
También hay que actuar para que la gente viva mejor. Ello implica satisfacer
las necesidades básicas de alimentación, saneamiento, acceso al agua potable,
educación y salud. Si hoy hay mil millones de personas que no consumen agua
tratada, ¿qué pasará en 30 años, cuando se calcula que la población mundial
llegará a 9.000 millones de personas? Si se padecen crisis alimentarias
como la que hoy afecta a 12 millones de personas en el llamado cuerno de
África, ¿cómo se hará para garantizar que haya comida suficiente para esos
miles que nacen cada día?
Hoy son 7.000 millones de personas y 2.000 millones más nacerán antes del
año 2050. En ellos hay que pensar, y se debe hacer desde lo positivo. Desde las
fortalezas y las oportunidades que brinda un mundo globalizado, en el que la
tecnología está al servicio de las sociedades. Desde una mayor fuerza
productiva, mejor preparada, que enfrente los desafíos que tiene por delante.
Desde los niños y jóvenes, con formación y educación, para que tomen las
riendas del planeta con más conciencia y responsabilidad. Un reto y un
compromiso compartidos por todos, como lo pide la ONU.