700 niños discapacitados, entre
cero y cinco años, asisten a jardines infantiles del Disitrito
Si
a un niño discapacitado se le integra en el aula regular desde sus primeros
años de vida, su proceso de desarrollo es mejor, al igual que el aprendizaje.
Los
menores fueron integrados a 325 instituciones. Para el año 2011 se espera que
el número de alumnos aumente a 4.000.
Creer
que los niños con discapacidad no aprenden es uno de tantos prejuicios. Y así
lo confirma la integración de pequeños de 0 a 5 años con diferentes
limitaciones físicas o cognitivas a espacios pedagógicos en los que asisten
aquellos sin esta condición: no solo aprenden más rápido sino que sus pares se
convierten en sus guías dentro del aula.
En Bogotá, al menos 700 pequeños de 0 a 5 años están integrados a este modelo
en 325 jardines infantiles del distrito. Al final del 2011 se espera que haya
4.000. Hay invidentes, con baja visión, sordos y con baja capacidad auditiva,
con limitación cognitiva, casos de parálisis cerebral y síndrome de down, principalmente.
"El principio pedagógico es que los niños en situación de discapacidad se
desarrollan mejor cuando están con los demás, con sus pares, pues estos
aceleran su aprendizaje", afirma Astrid
Eliana Cáceres, coordinadora del proceso de inclusión
social de la Secretaría de Integración Social. El objetivo es que la población
infantil discapacitada no se concentre solo en ambientes terapéuticos.
En el aula están presentes la docente regular y la formada en educación
especial. El apoyo de esta última consiste en adaptar el material pedagógico
según el caso. Hay una por cada ocho niños discapacitados. Todos aprenden lo
mismo, lo que cambia es la manera de enseñárselo.
"Cuando tienen alteraciones del lenguaje o de comportamiento no es
necesario adaptar los materiales. En los casos de parálisis cerebral, ceguera o
niños sordos sí se hace, sin alterar el programa de la educadora", cuenta
la docente Diana Mesa.
Experiencias exitosas
En el jardín Ciudad de Bogotá, de la localidad de Kennedy, se han integrado
este año cinco pequeños. Sarita, de 3 años, es una de
ellos.
Su ceguera no le impide jugar con los demás y ya aprendió a reconocer los
espacios en los que se desplaza. Adriana Corredor, su tutora, adapta el
material didáctico de la docente de párvulos para que la niña aprenda el
concepto de formas y colores a través de texturas y relieves.
Cristian, de 4 años, tiene parálisis cerebral. Lleva dos semanas integrado con
sus compañeros. Le encanta lanzar objetos al suelo y que sus amigos lo recojan.
"Antes tenía una postura rígida; era retraído y le costaba socializar. Ya
extiende los brazos, se comunica y distingue a las profesoras", relata su
docente, Diana Martínez.
Carol y Juan David, ambos de 4 años, comenzaron su
proceso de integración hace pocos días y se les ve felices. La niña es sorda y
se comunica señas. Juan David tiene síndrome de Down.
Actualmente, están vinculadas a este proyecto 90 licenciadas en educación
especial.
¿Cómo
empezó el proyecto?
El
primer paso fue sensibilizar a 500 docentes de los jardines distritales
y formarlas en detección de alertas tempranas e inclusiones. También se trabajó
con las familias. "En las localidades no hay solicitudes de cupos para
niños con discapacidad. Estos permanecen en la casa, al cuidado de hermanos
mayores o a veces solos", dice Constanza Alarcón, de la Secretaría de
Integración Social de Bogotá.
En cada localidad existen equipos interdisciplinarios que apoyan el proceso.